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sábado, 4 de junio de 2011

1º de Junio. Día Internacional de la Infancia

En agosto de 1925 representantes de 54 países asistieron a la Conferencia Internacional de la Felicidad de la Infancia, celebrada en Ginebra, Suiza, y aprobaron la "Declaración de Ginebra sobre la Protección de los Niños". En este documento se decretaba que todos los países estaban obligados a proporcionar a los niños disfrute espiritual, asistencia social, mejores oportunidades de vida y se prohibían los trabajos forzados y peligrosos para ellos. Después de esta conferencia los gobiernos de diversos países acordaron instituir un Día de la Infancia.
Se escogió el primero de junio porque este día, pero del año 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, fascistas alemanes asaltaron una villa checa y mataron a más de 140 jóvenes mayores de 16 años y a todos los bebés. Además, secuestraron a todas las mujeres y a 90 niños, todos llevados hacia los campos de concentración.
A fin de conmemorar la tragedia sufrida por los niños de esa villa y otros que murieron durante este conflicto bélico; como denuncia a las muertes de miles de niños en otras guerras, y a fin de garantizar los derechos de los niños, se estipuló en la conferencia de la Asociación Democrática Internacional de la Mujer, celebrada en noviembre de 1949, que el primero de junio sea el Día Internacional de la Infancia.
Su Santidad Juan Pablo II, durante el Año Internacional para la Familia en 1994, escribió una significativa carta a los niños. Para el Santo Padre los niños son fuente de alegría y esperanza para los padres y para la sociedad, y son amados por Dios en Jesús Niño que se presenta en Belén como un recién nacido. En esa carta denuncia los sufrimientos, amenazas y atentados de que son víctimas: “padecen hambre, miseria, mueren a causa de enfermedades y la desnutrición, perecen víctimas de la guerras, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y abuso por parte de los adultos”, enfatizaba el Papa, quien advertía que no se puede permanecer indiferentes ante el sufrimiento de tantos niños.


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